Ante la pregunta, en principio diríamos que Sí, pero se hace necesario puntualizar a qué universidad nos estamos refiriendo. Creo en la universidad pública como espacio de “reconstrucción de ciudadanía”, ciudadanos críticos de los procesos sociales consecuencia de la misma, profesionales calificados “que al culminar su carrera universitaria tienen que erguirse ante el mundo ya con una nueva visión de él, de si mismos y de su misión social”.
Uno de los aspectos que diferencia a la sociedad del conocimiento, es justamente el rol que el conocimiento juega, ya no solo en la toma de decisiones, sino como materia prima para realimentar la máquina que decide quien queda excluido y quién no. Es en este contexto que el paulatino proceso de diversificación, en cuanto al tipo y modalidad de las ofertas educativas, así como su extensión en cuanto al “territorio” que las unidades académicas cubren - a través de convenios con otras instituciones educativas, acuerdo con los poderes públicos, municipios, gobiernos provinciales etc. - que permiten que habitantes de espacios alejados de las grandes urbes tengan acceso a estudios superiores, significa un proceso de democratización e igualdad.
Entiendo que también es fundamental el rol de la Universidad pública como espacio de reflexión, discusión y militancia que permita ejercer el co –gobierno para seguir avanzando en los ideales de “la reforma del 18” a la vez que ir reformulándolos y ajustándolos a la coyuntura actual, que la universidad pública ayuda a leer críticamente.
“La instalación en el futuro y la incorporación de la visión prospectiva, harán que la educación superior contribuya a la elaboración de los proyectos futuros de la sociedad, inspirados en la solidaridad, en la equidad y en el respeto por el ambiente…(Dr. Carlos Tünnerman)
Sin embargo, lo antes dicho, estimo que se contrapone con el rol que en la producción de conocimiento y lectura de la realidad tiene la Universidad privada en tanto gestora de conocimientos tecnocráticos y utilitaristas, más unidos a la reproducción acrítica de la realidad hegemónica que a su lectura crítica y construcción consecuente en pos de sociedades pensadas como inclusivas y más horizontales. En este sentido no podemos decir que en la Universidad privada no se genera conocimiento, sin embargo lo que sí hay que poner en cuestión es la utilidad y la direccionalidad del conocimiento que se genera.
Si bien debemos decir que durante décadas el modelo de universidad fue el de la Universidad pública, también es cierto que, fundamentalmente a partir de los ’90, se impuso el modelo de universidad privada, como un intento falaz de separar conocimiento de concepción política del mismo.
Es desde aquí que estimo que la Universidad pública debe recuperar el terreno cedido – no sin conflicto - en los 90, volviendo a poner sobre la mesa que el conocimiento es político, ya que encarna una direccionalidad determinada, que es fundamental explicitar en pos de la legitimidad de los proyectos o políticas que se generen a partir del mismo.
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